Checkpoint: Juegos de
Dulce de Maíz
Por Vangie Ridgaway |
Gamer Girlfriend: Candy Corn Games | 2 de Enero del 2012
|
www.gamecola.net
Traducción: Atrox
Nota de traducción: El dulce de maíz es una golosina tricolor que
se acostumbra comer durante Halloween en Estados Unidos; y aunque esta se
trata de una tradición que no celebramos en México (no de manera oficial)
creo que no tendrán problemas en comprender como es que la autora de este
artículo lo relaciona con ciertos videojuegos.
Intenta recordar la última vez que te
encontraste a ti mismo jugando un título que – por alguna razón –
simplemente no era tan bueno. No debería de tomarte mucho tiempo pensar en
uno. Nos ha pasado a todos. Quizá se trata de un juego del cual escuchaste
cosas buenas o es ese que llegó a ti altamente recomendado por un amigo.
Quizá el reverso de la caja se veía muy interesante. En fin, pronto te
encontraste tomando el juego, insertándolo en la consola y acomodándote
sobre el sillón, listo para jugar. Entonces llega la tragedia. Alrededor
de los 30 a 60 minutos de juego tu comienzas a tener la ligera sospecha de
que este juego podría no ser lo que dicen que es. Después de una hora o
algo así, ese sentimiento de incomodidad creció de manera uniforme.
Finalmente, tras haber invertido entre 3-4 horas dedicadas de juego, debes
que enfrentar la desafortunada realidad de que acabas de desperdiciar toda
una tarde en un juego que de verdad no te gustó.
Inmediatamente después de tal revelación suele venir una serie de
conflicto impulsivo. Por un lado, para un activo y experimentado jugador,
la idea del tiempo desperdiciado no es atractiva. Tú sabes que has jugado
mejores títulos en el pasado ¿por qué deberías de continuar matándote en
algo que quizá es “bueno” pero no “estelar”? Por el otro lado, tú podrías
ser el tipo de persona que se siente obligado a terminar algo una vez que
lo has comenzado (Nota: esto es definitivamente verdad para [mi esposo] Mike, quién
probablemente tiene un caso no diagnosticado de Desorden Obsesivo
Compulsivo); sin mencionar la posibilidad de que quizá no tengas nada
mejor que jugar. Es entonces cuando un dilema se presenta: cuando te
encuentras con un juego de una mediocre calidad ¿deberías de rendirte o
deberías de seguir adelante con la esperanza de que el juego eventualmente
recompense tu paciencia con algo de mejor calidad?
Desafortunadamente, si el juego no mejora conforme pasa el tiempo, este
irritante dilema simplemente se sigue repitiendo cada vez que tomas el
control. En parte eso se debe a la peculiar tendencia de la memoria humana
a borrar las cosas no placenteras o dolorosas. Sin importar que tan mala
haya sido la última sesión de juego, dale unos cuantos días y tú
invariablemente te encontrarás pensando: “Sabes, quizá no fue tan malo.
Quizá reaccioné de más ante la tediosa trama, las terribles actuaciones de
voz y las fallidas mecánicas de juego. Quizá si le doy una oportunidad
más, este termine siendo asombroso.”
Mike ha apodado a este extraño fenómeno como El Efecto de Dulce de Maíz (Candy
Corn Effect), llamado así por el tricolor dulce de Halloween. En pocas
palabras, el Efecto de Dulce de Maíz describe un fuerte, opresor e
inexplicable deseo de comer algo que en realidad a ti no te gusta tanto.
Imagen: Todas tus esperanzas y deseos desperdiciados.
La primera vez que Mike acuñó este termino fue mientras estaba jugando
Tales of the Abyss, juego que pidió prestado a su hermano. Él le dijo que
se trataba de un “RPG que lo tenía todo” en cuanto a sus mecánicas de
juego, pero él pronto terminó por odiar a los personajes; todos ellos eran
quejumbrosos, fastidiosos y poseídos por terribles actores de voz que te
reventaban los oídos. Su hermano le juró una y otra vez que los personajes
“mejoraban” más adelante en el juego; pero rápidamente se volvió claro que
lo “mejor” podría tardar un rato en llegar. Desafortunadamente, los RPGs
son muy dependientes de sus historias y del desarrollo de sus personajes
(debido a que solo sus mecánicas de juego no bastan para hacer interesante
a un juego de más de 40 horas), de tal modo que un juego en el que odias
todos los personajes se puede volver algo muy doloroso, bastante rápido.
Pues resulta ser que Mike comenzó a jugar este título por esos días en los
que habíamos comprado y estábamos escuchando un nuevo álbum del
temperamental comediante, Louis Black. Entre los muchos desvaríos que
venían en el CD se encontraba una sátira acerca del dulce de maíz. “El
dulce de maíz,” decía Black (y por favor, tomen en cuenta que estoy
parafraseándolo), “básicamente sabe a caca. Pero la cosa es que solo lo
puedes comer una vez al año, de modo que siempre terminas olvidando lo
terrible que es. Halloween llega una vez más y ¡Hey! Es maíz que sabe a
dulce. ¡No hay manera de que eso pueda salir mal! Y entonces es cuando lo
comes y es como ‘Hijo de perra, ¡me engañó otra vez!’”
Por alguna razón, Tales of the Abyss tuvo un efecto similar en Mike. Por
malo que fuera, una hora después de que él arrojara el control bastante
molesto, comenzó a pensar, “bueno, quizá no fue tan malo. Quizá debería de
intentarlo de nuevo. En fin, se supone que debería ponerse mejor. Supongo
que le daré otra oportunidad e… Hijo de perra, ¡me engañó otra vez!” Una y
otra vez.
Los juegos de dulce de maíz se encuentran en todos lados, de modo que
evitarlos es casi imposible. Lo único que tú puedes hacer es reconocerlos
por lo que son (idealmente antes de que te adentres demasiado en ellos) y
actuar como es debido. Recuerda: tú no estás obligado a jugarlos. Repito: No tienes por qué hacerlo. Solo porque obtuvo buenas
reseñas en IGNSpotCritic o porque fue recomendado por el hermano del primo
de tu mejor amigo ¡no significa que tú también lo debes de adorar! En vez
de eso, puedes soltar el control y marcharte de ahí. Así de simple. Ve a
leer un libro, practica el tallado en madera o encuentra otra manera de
entretenerte hasta que salga el próximo lanzamiento.
Incidentalmente, la regla de “Solo Di que No con una Ching*%da” también
aplica a otras formas de entretenimiento. Yo no me di cuenta de ello por
mi misma sino hasta el año de 1998, cuando yo no era más que una simple
adolescente. En aquellos tiempos yo había aceptado el pobre consejo de
leer el libro de 1984 de George Orwell por mí cuenta. De pronto, alrededor
de la mitad del libro (más o menor por el punto en el que todo comienza a
volverse realmente deprimente) me di cuenta de que no me gustaba hacia
donde iba el libro. Ya no sentí la necesidad de seguir leyendo y, con un
demonio, no estaba obligada a continuar. No iba a tener un examen de este;
nadie estaba esperando que lo terminara. Yo podía simplemente detenerme.
No quiere decir que libro fuera necesariamente malo; es solo que DE VERDAD
lo odiaba. Lo llevé de vuelta a la biblioteca al día siguiente. Y eso se
sintió
muy bien.
Mike tuvo una experiencia similar recientemente mientras jugaba Elder
Scrolls IV: Oblivion por Bethesda Software. Él lo había pedido porque su
mejor amigo lo adoraba y ahora había pasado a jugar Skyrim, el muy
aplaudido sucesor de Oblivion. Mike estaba ansioso por saber cual era todo
ese escándalo acerca de Oblivion, pero pronto se dio cuenta de que a él no le
gustó el sistema de niveles del juego, odió la falta de historia y se la
pasaba constantemente maldiciendo el modo en el que juego inadvertidamente
desmotivaba la exploración. Él de verdad le dio una buena oportunidad;
pero eventualmente fue forzado a admitir que si debía de jugar un juego de Bethesda, él preferiría estar jugando un título como Fallout: New Vegas,
el cual él ya había jugado completamente por lo menos tres veces (¡Sin
incluir los contenidos descargables!) Mientras él respeta las opiniones y
gustos de su amigo, la verdad es que Oblivion y Skyrim simplemente no son
para él.
Y supongo que esta es la razón por la cual él se encuentra jugando New
Vegas otra vez. Como por, cuarta vez. Porque si Oblivion es como el dulce
de maíz, entonces – por lo menos para Mike – Fallout es el chocolate Reese
con Mantequilla de Maní; lleno de esa sensación que le causa matar
mutantes chocolatosa dulce sabor a cacahuate que puede disfrutar durante
todo el año.
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