Después de haber jugado Assassin’s Creed
Revelations en su totalidad, tengo sentimientos encontrados en cuanto
a toda la serie. ¿Por donde comenzar?
Bien, vamos al mismo inicio de la serie. El primer título de Assassin’s
Creed si que llamó mi atención. Generalmente a mi no me gustan los
juegos tipo sandbox, pues a este tipo de juegos suelo gritarles en la cara
“yo ya tengo una vida, ¡gracias!” y
olvidarme de ellos. Pero Assassin’s Creed hizo algo
excepcionalmente bien: tenía una historia y se aferraba a esta bastante
bien.
Si, había otras cosas en las cuales podías ocupar tu atención, pero todas
estas eran opcionales y terminé por ignorarlas; realmente estaba demasiado
ocupado admirando el gran nivel de detalle en la recreación de ciudades de
la antigüedad como Damasco o Jerusalén. Ya sea que estuviera moviéndome a
través de los tejados de estas ciudades o caminando entre sus calles y su
gente, este juego es toda una experiencia.
Después, Assassin’s Creed II llevó la historia de esta serie hacia
la Italia Renacentista, y mientras el nivel de detalle y de habilidades
que podías realizar en el juego recibieron muchos ajustes, también el
entorno del juego se vio alterado por completo.
Ahora si el juego se comportaba completamente como un sandbox,
ofreciéndote una tonelada de misiones secundarias y coleccionables semi-obligatorios
si es que querías hacerte de algunos de los ítems más valiosos del juego
(muchos de los cuales no obtendrías sino hasta que ya lo habías terminado,
naturalmente).
Las dos secuelas posteriores se han negado a sí mismas llamarse
Assassin’s Creed III o IV, sino que han adoptado un nombre diferente y
es aquí donde las cosas se ponen interesantes.
Brotherhood y Revelations pasaron a continuar la historia dejada
por el personaje principal de la segunda parte: Ezio Auditore di Firenze.
Siempre me pregunté por qué es que no continuaron con la historia de
Altair, el protagonista del primer juego, a lo que los desarrolladores de
la serie comentaron que temían que, de hacer un segundo juego de la serie
con Altair, posiblemente la serie ya no podría seguir sin él (oh… los
seguidores
podemos ser tan odiosos).
Y mientras Altair era un héroe más convencional (solitario, inexpresivo,
épico), Ezio representaba una imagen más humana de un protagonista, un
personaje que comete errores, con sus propios anhelos, que ama y que sufre
la pérdida de sus seres queridos como una persona real lo haría.
“De acuerdo” – me decía a mí mismo – “Pero van a continuar la historia de
Altair más adelante, ¿verdad?”
En fin, pasando al juego en sí, estas dos últimas secuelas se juegan
exactamente igual como lo hacía Assassin’s Creed II, excepto
(claro) las nuevas adiciones que han incluido. Este si es un punto que
considero favorable en el desarrollo de la serie, pues ahora ya cuentas
con muchas más herramientas para llevar a cabo tus objetivos. Desde
diferentes tipos de armas cortas y largas, hasta diferentes armas a larga
distancia y bombas de humo. Incluso la opción de pelear desarmado es
atractiva (pues te da la opción de arrebatar las armas de tus oponentes.)
Pero si hay una palabra que puedo asociar con el desarrollo de los últimos
juegos de la serie es esta: experimentación.
¿Que
Diablos...? Esta opinión se ha vuelto tan larga que merece una segunda
página...
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